La metafísica del humor de A. Garzón

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La caricatura de Garzón, que aparece en el periódico El Espectador con el título de Cartones, es una caricatura filosófica, un dibujo del alma humana, en contraste con la de su contemporáneo Osuna que es la clásica caricatura política. Garzón prescinde, en general, de las palabras y critica con humor seco la insensatez. Adopta en sus dibujos del alma una posición ética que repudia el espíritu mercantil de nuestra época. El hombrecillo protagonista de sus dibujos recuerda los hombres grises, creados por Michael Ende, en su novela Momo. En el maletín los hombrecillos de Garzón llevan el tiempo, pero también, como en una caja de Pandora, portan muchos otros de los pseudovalores que los humanos empleamos para autodestruirnos. Sin embargo, en ese mismo maletín muchos hombres llevan la esperanza. La obra de Garzón nos plantea tres desafíos: (I) el problema de la percepción, con la cual vemos y oímos solamente lo que podemos y queremos ver y oir, poniendo en jaque la objetividad; (II) el problema del lenguaje, que resuelve dejando el texto implícito, como Nicolás Gómez Dávila, invitándonos a escribir nuestros propios escolios; (III) el problema del instante y de nuestra inevitable relación con el tiempo, cuyo planteamiento nos deja entrever jirones de Heidegger y de Ende, cuando él dice, al comentar su propia obra que “conocemos desde donde estamos”. Garzón, de muchos de sus Cartones, ha hecho grabados, duplicando en esta forma la energía creadora de su obra periodística, dándose y dándonos un placer estético redoblado con genial generosidad.
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