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Wittgenstein sostuvo la idea que los grandes problemas éticos, estéticos y religiosos aparecían cuando el lenguaje se iba de recreo. En su Conferencia sobre ética (1930), elabora un análisis del sentido de la ética basada en el lenguaje, con algunos antecedentes en el Tractatus Logico-Philosophicus (1918). En efecto, según el filósofo, los términos que se usan en la ética son imprecisos y terminan por permanecer en el sinsentido. Todo esto reside, en buena parte, por la confusión entre enunciados de hechos y juicios de valor. El propósito de esta reflexión consiste en explicitar los argumentos que el joven Wittgenstein desarrolla para sostener tal postura ética y, así, colocarla en su justo lugar dentro de las propuestas éticas de Occidente.