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El asunto que preocupa es el problema de la estética, la política y el espacio. Más que un debate entre intelectuales y posturas teóricas, lo interesante es problematizar la estética y la política pues se trata de desplegar la cuestión de la partición de lo sensible. En esa dirección, se plantean tres preguntas para reflexionar: Primera: ¿Cuáles son las condiciones que permiten que ‘el arte sea arte’? Segunda: ¿Cuál es el lugar del arte en la política? Así, se intenta indicar que el arte se encuentra inscrito en determinados regímenes que describen la articulación de cierta manera de hablar y de ver. Igualmente, se sugiere un espacio común de distribución de espacios y de tiempos como condición de relaciones políticas de los individuos Entre esos dos elementos aparece el tercer interrogante: ¿Cuál es el lugar del arte en el entramado de espacios y de tiempos? ¿Cómo definir la posibilidad del arte de fracturar el régimen que le antecede abriendo el umbral para la repartición de espacios y de tiempos de los individuos? ¿En qué sentido el arte no configura tanto una ‘conciencia social’, sino un régimen de distribución de espacios y tiempos que proporciona nuevas formas de subjetividad política?