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Una de las características de algunas megalópolis es la producción de un terror regular puesto en marcha sobre escenarios opacos, laberínticos, caóticos y terroríficos. En este sentido, la ciudad es una maquinaria que tortura los cuerpos humanos y los somete a una regularidad administrada por imaginarios que no siempre coinciden con la realidad pero que condicionan pensamientos, emociones y conductas las cuales se cristalizan en una retórica urbana. Este artículo pretende contrastar los imaginarios de ciudad peligrosa que genera el dinamismo de la ciudad de Bogotá y enlista algunas consecuencias inmediatas de los efectos de su simbolización en la comunicación de sus moradores.