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La juventud en nuestros tiempos, y hasta un tiempo atrás, había sido sinónimo de sueños, de esperanza, de osadía, de rebeldía, de posibilidad; pero algo pasa, porque si bien en la aulas universitarias, especialmente en los primeros semestres, se ve la floración de esas mentes soñadoras, poco a poco se marchitan y los jóvenes que recién egresados de la preparación secundaria deben abordar la vida universitaria, totalmente nueva en cuanto a sus posibilidades, exigencias y perspectivas, poco a poco se amoldan a un mundo etiquetudo y etiquetado, para dar paso, cada semestre, a otra cosecha que produce el miedo de que demasiado cortamente perderán su capacidad de cambiar: muy pronto, en lugar de ser uvas, serán agraces.