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Una aproximación al régimen político colombiano, escenario bastante lejano de las ideas de “poliarquía” (Dahl) y, por supuesto, de “patria” (Habermas), inmerso en una crisis de legitimidad propia del capitalismo tardío —en el que lo público se ha caracterizado por exclusiones y violencia política—, pone en evidencia cómo la desigualdad social contamina la esfera pública, cómo algunos miembros de la sociedad se ven involuntariamente aislados y subordinados a otros y cómo la “opinión pública” es despojada de su fuerza. En estos términos, se sostiene que el análisis sobre las posibilidades de consolidar el ideal emancipatorio de la democracia, si bien ha de comprender el debate entre democracia liberal (de élites) y democracia deliberativa, debe desbordarlo con la consideración de las causas objetivas de la violencia, esto es, asumir que la “lucha por el reconocimiento” debe pasar por la reflexión sobre la distribución de los recursos económicos (Fraser). Lo anterior conduce a identificar cuatro retos para la construcción de la paz en Colombia: darle prioridad a lo razonable sobre lo racional, propiciar un consenso amplio, incorporar la reflexión sobre la justicia distributiva y superar el fetichismo legal.