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“La nada está implicada en la omnipresencia”. Tal es la certeza que funda el pensamiento del fenomenólogo Henri Maldiney. Nosotros quisiéramos interrogarlo para comprender hasta qué punto el arte barroco, a menudo percibido como puro movimiento, consiste —en realidad— en una suspensión pura y en una aparición de la “nada” que permite la relación verdadera del hombre con la trascendencia que lo funda. La declaración mística no está lejos; pero se ve basada en su depuración fenomenológica. El éxtasis de santa Teresa, inmortalizado por Le Bernin, nos sirve aquí de ejemplo y de modelo hermenéutico. Ninguna empatía se da fuera de una preliminar apertura y de un significado insignificante.